El pasado 1 de septiembre de 2025 fue un día histórico para México. Las nueve personas electas para desempeñar la más alta función jurisdiccional en el país rindieron protesta como nuevos ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En las tres distintas ceremonias que se vivieron ese día, los juzgadores confirmaron su compromiso con la justicia cercana y pluricultural que le prometieron a nuestro país. Esto coincidió con el inicio del periodo ordinario de sesiones en el Congreso y con el Primer informe de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Este telón de fondo resalta que la justicia no transcurre aislada, sino rodeada de transformaciones de gran calado que el país enfrenta a la par. El calendario marca un momento de balance político y social en el que el Poder Judicial, aunque con ritmo propio, se conecta con los grandes símbolos de la vida pública nacional.
Como antesala a la triada de ceremonias, el Poder Judicial se unió a millones de mexicanas y mexicanos que comienzan sus días antes del amanecer. La jornada de este lunes arrancó a las 5 de la mañana en las oficinas de la Suprema Corte de Justicia, donde se programó un acto de purificación celebrado por integrantes de comunidades indígenas. Tras la toma de protesta y la sesión solemne de instalación, cada una de las y los ministros participaron en una ceremonia inédita en la que recibieron un bastón de mando y servicio por parte de autoridades indígenas y afromexicanas.
Símbolos como el de la ceremonia de bastón de mando tienen significado. La toga de un juez, el acomodo de una sala o la solemnidad de un discurso son parte de la narrativa que define lo que entendemos por justicia. Cuando esas prácticas cambian, cambian también las expectativas sociales frente al derecho. Por eso un nuevo comienzo es una oportunidad de replantear las costumbres que sostienen a la institución y su legitimidad. En la medida en que esa narrativa se vuelva más cercana, la Corte podrá ganar confianza, un elemento indispensable para cambiar fundamentalmente el sistema que le ha fallado a tantas personas.
El reto para la nueva Corte consiste en que la renovación no se limite a lo superficial. Como sociedad, esperamos que las transformaciones simbólicas se traduzcan en decisiones claras, sensibles y justas. Esa expectativa nace del desgaste acumulado en los últimos años y de la percepción de una justicia distante. Hoy la Corte tiene la posibilidad de conducir sus trabajos con un espíritu distinto, capaz de reconocer la diversidad de la sociedad mexicana y de responder a ella. Los símbolos de este 1 de septiembre generan compromisos que no deben ignorarse. En consecuencia, el verdadero valor de esta renovación se medirá en la manera en que esos compromisos se cumplan en la práctica.
Como parte de su nuevo plan de trabajo, los nueve ministros y ministras electos han coincidido en que la reconciliación de la justicia con el pueblo requiere una visión social comprometida con la pluriculturalidad de los pueblos indígenas, con la igualdad sustantiva de las mujeres y con la inclusión de los sectores históricamente excluidos. Este enfoque también responde a la necesidad de equilibrar el desarrollo de los criterios de la Primera y la Segunda Sala, que durante años avanzaron de manera desigual en los temas que cada una conocía, produciendo un ritmo disparejo en distintas áreas del derecho. Con el pleno fortalecido, se abre la posibilidad de estabilizar esos avances y de impulsar una agenda más equilibrada que coloque los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales en el centro de la labor judicial.
Fuente: Contralínea